A grandes males, grandes presupuestos. Es la máxima que rige en China, y
 el Medio Ambiente no parece una excepción. El Gobierno es plenamente 
consciente del peligro que la contaminación supone para la estabilidad 
del país, y ha decidido sacar la artillería pesada para combatir la 
pésima calidad del aire en las zonas más desarrolladas. El gigante 
asiático destinará nada menos que 350.000 millones de yuanes (unos 
43.000 millones de euros) para reducir en un 5% la concentración de las 
partículas más dañinas para la salud.
El Ministerio para la Protección Medioambiental da hasta 2015 de plazo para conseguir este objetivo.
China continúa creciendo a un ritmo superior al 7% y su proceso de 
industrialización es imparable, razón por la que reducir la polución 
atmosférica va a suponer una proposición titánica.
Se han multiplicado las protestas contra proyectos industriales considerados altamente nocivos.
Los expertos coinciden en que la fórmula mágica para restar emisiones a corto plazo es la eficiencia energética.
China está haciendo los deberes en este aspecto: en 2011, un año después
 de haber superado a Estados Unidos como el principal contaminante 
mundial, se convirtió también en el país que más invierte en energías 
limpias. Así, incluso Naciones Unidas considera que es posible que China cumpla 
el objetivo marcado por Pekín para que, en 2020, el 20% de la energía 
que consuma el país sea verde.
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