Según
científicos estadounidenses la respuesta se encuentra en los opiáceos endógenos
naturales, unas sustancias que se encuentran en nuestro cerebro que hace
aumentar nuestro apetito. La encefalina, una de estas sustancias, nos incita a
comer curiosamente azúcares y grasas además de nuestras necesidades energéticas. Además de
esto, la encefalina estimula una zona del cerebro que registra las sensaciones
de placer ante la comida y drogas llevando a la adicción.
Especialmente
los alimentos azucarados nos crean adicción si los consumimos con frecuencia
hasta tal punto que en el momento en el que los retiramos de nuestra dieta,
sentimos una especie de ansiedad por volver a consumirlos. Este hecho ha sido
estudiado por científicos estadounidenses y se ha comparado con una ansiedad similar a la que se puede adquirir con el consumo de drogas.
En nuestra OPINIÓN es una noticia muy curiosa e interesante que nos informa de los
peligros que puede tener la propia comida, unos peligros que no debemos
subestimar ni quitarles importancia porque podemos sentir las malas
consecuencias en nuestra propia salud. Debemos controlar la cantidad de
azúcares y grasas que consumimos para no caer en la adicción, algo que estamos seguros que muchas personas tienen y no son conscientes de ello.
Jose Ramón González y Pablo Gordillo
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